Primer día

Los cinco hijos cuando recibieron aquellos regalos les preguntaron a sus padres el motivo de ellos pero ninguno de los dos respondió algo coherente, solo decían frases sin sentido y sonreían extraños. Sin más lo dejaron pasar hasta que una mañana inesperada Kei se despertó más temprano de lo habitual siendo día sábado, siempre era el último en levantarse los fines de semana ya que para el eran sagrados y podía holgazanear hasta que se cansara de estar en la cama. Aun con el pijama… bueno, si es que se le podía llamar pijama a un short; se dirigió a la cocina por un vaso de leche, mientras bebía después de llenar el vaso cerró la nevera encontrándose un papel sujeto a un imán con forma de gato en la puerta de esta.

“Nos fuimos de viaje, cuiden la casa y pórtense bien. No sabemos cuándo regresaremos. Los queremos. Con amor sus padres.”

Se quedó boquiabierto y de la sorpresa el vaso que sostenía en su mano cayó al piso rompiéndose al instante al dar con la baldosa. Aquel estruendoso ruido despertó a tres de sus hermanos que asustados bajaron de inmediato.

- ¿qué sucedió? – preguntó Kota que fue el primero en entrar a la cocina.

- Kei no destroces la loza, mamá se va a enojar – le dijo Yuto acercándose a él para también sacar la caja de leche.

- ¡cuidado, no des un paso más! – le advirtió Hikaru tomándolo del brazo para detenerlo.

Kei aun no reaccionaba y sus hermanos lo miraban preocupados pero ninguno sin acercarse debido a los vidrios esparcidos en el piso y porque estaban los tres descalzos.
El más alto de ellos entraba arrastrando las pantuflas de dormir mientras bostezaba tras despertar de un agradable sueño y dormir relajadamente toda la noche. Pasó al lado de sus hermanos pero no les tomó atención a ninguno y se acercó a la nevera haciendo a un lado los vidrios con sus pantuflas. Tomó la caja de leche y tomó de ella, pero algo no estaba bien, fue cuando se percató de que tres lo miraban y el cuarto no reaccionaba. Un papel en su mano le llamó la atención arrebatándoselo para saber que decía.

- nos fuimos de viaje, cuiden la casa y pórtense bien. No sabemos cuándo regresaremos. Los queremos. Con amor sus padres- ya entendían por qué del estado de Kei, preocupados comenzaron a caminar de un lado para otro – ¡posdata! – gritó Yuya para captar la atención de todos – si se sienten solos usen nuestros regalos de cumpleaños – con una mueca se miraron unos a otros.

- ¡esto es ridículo! – dijo Kei al por fin reaccionar tomando una silla para sentarse – ¿usar nuestros regalos? – el asco se reflejaba en su rostro de solo pensar en “jugar” con su gato.

Los cinco chicos después de limpiar aquel desastre y no decir comentario alguno se sentaron a la mesa para tomar sus desayunos, un rico cereal con leche mientras conversaban y pensaban lo que ocurría y ocurriría con ellos sin sus padres.

- ¡EY! – gritó Kota – ¡Yuto tu perro tomó mi peluche! – le regañó el mayor al otro poniéndose los dos de pie para quitárselo.

- ¡perro no te vayas ven acá! – le ordenó al verlo salir corriendo de la cocina con el peluche en el hocico y moviendo la cola de un lado para otro, feliz porque su amo jugaría con él.

- ¿aun no le pone nombre? – preguntó Yuya

- si, ya se lo puso y ese es – respondió Hikaru, el mayor no pudo evitar reír – ¿y qué haremos? – Hikaru jugaba con su cereal mientras lo miraba moverse sobre la leche.

- quedarnos como estamos, tómalo como unas vacaciones sin padres - sonrió por la idea el mayor – bien - dijo poniéndose de pie – a comenzar el día – abrió la nevera para buscar unas cuantas cosas.

- ¿qué harás? – Kei lo miró. En realidad no le desagradaba unos días sin sus padres pero tampoco le gustaba.

- alimentar a mi lindo conejito, tú deberías alimentar a tu gato, el pobre quedará desnutrido por no darle de comer.

- no me gusta – se quejó – mejor me hubieran dado un peluche como a ti Hikaru – dijo mirando a su otro hermano.

No se dijo más y Yuya subió hasta su habitación a ver a su mascota. Hikaru se quedó un rato con Kei pero como aun tenía sueño lo dejó solo para ir a tirarse a la cama y dormir.
Kota y Yuto por fin habían atrapado al perro en el jardín, por suerte no le había causado ningún daño y solo lo había tomado de seguro para jugar con el ya que el dueño nunca lo tomaba en cuenta. A decir verdad solo Yuya se preocupada de su mascota. Con la alergia que tenía Kei a los gatos ni ganas le daba de acercarse al suyo. Yuto nunca quiso un perro, tenía muchas cosas frágiles en su habitación las cuales más de una sufrió un accidente por dejar entrar al perro. Los otros dos mayores no se preocupaban ya que solo tenían peluches, nada que alimentar más que sus estómagos y Kota era el que siempre dormía abrazado de el.


Segundo día

Todos dormían en sus respectivas habitaciones tranquilamente sin saber que fuera de ellas pasaba algo… raro… el primero en despertarse fue Yuya que al no ver al conejito sobre su cama se asustó y lo buscó por todas partes, bajo la cama, los cajones, el ropero y su caja, pero no lo encontraba. Salió de la habitación pero era imposible que estuviera fuera ya que tenía la puerta cerrada. La ventana estaba muy alta para el conejito y la opción de que saltara estaba demasiado lejos. Bajó las escaleras preocupado casi histérico del miedo que le pasara algo.

En la cocina no estaba “quizás alguno lo sacó” pensó y volvió a subir para buscar en las habitaciones de sus hermanos. Primero Kota, sin despertarlo buscó pero nada. Segundo Yuto, tampoco estaba, su preocupación aumentaba con los segundos. Abrió la puerta de la habitación de Hikaru el cual dormía tranquilamente, no, no estaba tampoco. Si llegase a estar en la habitación de Kei el gato se lo habría comido. El cuerpo ya le tiritaba del miedo a ver algo ahí dentro que le destrozaría el corazón, abrió la puerta. Buscó, buscó y ¡NADA!

- ¡¡YURI!! YURI ¿¡¡DONDE TE METISTE!!? – estaba a punto de ponerse a llorar. Con tal grito despertó a todos, bajó hasta el living y su rostro se puso más pálido de lo normal. Ver al gato al lado de su adorable conejito lo desesperó y corriendo se acercó, tomando al conejito y dejándolo lejos del alcance del gato – ¡¿pretendías comértelo?! – le preguntó al gato que solo lo miraba.

- ¿por qué andas gritando como loco? – Kei entró al living observando a Yuya con el conejo en brazos, su gato a los pies de su hermano, el perro sobre un sofá, los peluches sobre la mesa de centro – ¿querías jugar con todos o qué? – le preguntó extrañado.

- de qué hablas, tu gato se quería comer a mi conejo, eso pasa porque no lo alimentas – molesto subió hasta su habitación. Kei aun no se creía lo de ver a todos los regalos de sus padres juntos.

- yaaaa… no se mueva ninguno de ustedes- dijo dando pasos hacia atrás sin dejar de mirarlos - no se muevan, ¿ok? – a penas cruzó el marco de la separación del living con el comedor salió corriendo cuesta arriba a esconderse en su habitación cerrando con el pestillo.

12:28 pm.
Ya todos estaban de pie pero Kei aun no salía de su habitación porque la idea de que los regalos de sus padres estuviesen reunidos en el living le asustaba, ¿cómo era que habían llegado hasta ahí? Yuya se dirigió a la cocina para tomar algo antes de irse encontrándose con tres de sus hermanos y muchas cosas sobre la mesa.

- ¿qué hacen? – les preguntó mientras abría la nevera y guardaba unas cuantas cosas en un pequeño bolsito.

- ayer mamá nos dejó almuerzo para dos días pero ¿hoy qué comeremos? Gracias al pozo sin fondo que tiene Kei nos quedamos sin comida para hoy – respondió el menor de los cinco.

- ah – dijo Yuya sin tomarles mucha atención.

- ¿y tú a dónde piensas ir? – Kota lo miró detenidamente, estaba muy arreglado.

- tengo una cita – les sonrió a los tres y caminó a la salida de la cocina

- ¿pero por qué llevas lechugas y zanahorias? -

- porque no pienso dejar a Yuri con ustedes. Menos con esas mascotas locas que hoy en la mañana casi se lo comen – y sin decir más desapareció con una pequeña jaula donde iba el conejito.

Mientras él caminaba en dirección a la parada de autobús los demás se quedaron en la cocina mirando los ingredientes para el almuerzo.

Muchas chicas se le quedaban mirando, su cabello rubio resaltaba mucho y su figura no quedaba atrás sobre todo con ese adorable conejito blanco que llevaba en la pequeña jaula. Al llegar al parque donde había quedado con la chica sacó al conejito para dejarlo un momento sobre sus piernas y estirara las patas como había dicho Yuya.

- que adorable – escuchó a su cita al lado de él. La chica se sentó a su lado y miró al conejito. Se saludaron y ahí se quedaron hablando un momento – ¿puedo tomarlo?

- no lo sé, nunca se deja tomar por alguien que no sea yo – le dijo preocupado al ver como la chica se acercaba para tomar al conejito en brazos – no, no lo hagas así espera – pero muy tarde, el conejito por una extraña razón la mordió. Por el susto la chica soltó al conejito dejándolo caer al suelo – ¡YURI! – gritó preocupado importándole muy poco el dedo de la chica – no tienes nada ¿verdad? ¿No te pasó nada?

- Yuya yo…

- está bien, no te preocupes no le pasó nada – ni siquiera la miró, más preocupado estaba por Yuri y acariciándolo lo volvió a dejar sobre sus piernas.

- pero a mi si me pasó algo y fue tu conejo el culpable – le mostró el dedo que sangraba pero Yuya no le tomó importancia – ¿no me dirás nada?

- te dije que no se dejaba tomar.

- ¿y si se me pega la rabia? – preguntó molesta.

- Yuri no tiene rabia. Y más preocupada deberías estar por el. No vaya a ser que se le pegue una infección por morderte – la chica muy molesta se puso de pie y se alejó, caminó lento esperando a que el mayor le dijese algo pero más concentrado estaba hablándole al conejo.

- ¡Yuya eres un idiota! – le gritó, pero hizo oídos sordos y se puso de pie caminando en dirección contraria – ¡YUYA! – lo llamaba pero el rubio no la tomó en cuenta.

En casa los cuatro chicos hacían asqueadas sobre la mesa. Yuto sin ninguna intención de seguir comiendo le acercó el plato al perro, pero este se alejó con solo olerlo.

- oye no desprecies lo que hice – le reprochó Hikaru aunque ni él quería comerse lo que tenía en el plato.

- no puedo mas – Kei alejó el plato y dejó caer su cabeza sobre la mesa – ¿por qué mejor no pedimos algo? esto no es comestible, ni el perro quiso comerlo.

- cómetelo y no reproches después de todo es tu culpa por dejarnos sin comida, mejor hubieras cocinado tú – Hikaru estaba un tanto molesto. Si no fuera por la gran idea de Yuto de ponerle “otros” ingredientes para que tuviera mejor sabor, lo que tenía en el plato no le parecería amenazador para su organismo.

Dos días alimentándose de las súper comidas especiales de Hikaru. Yuto ya no podía comer más o terminaría enfermando, le horrorizaba mirar el plato y esas sustancias extrañas, con solo observarlo se le quitaba el apetito.
El que decía que cocinar era fácil se desaparecía a la hora de comer. Era… el cuarto día y Yuya se volvía a llevar al conejito para pasear un rato y luego dejarlo en casa para irse a estudiar. Gracias a esa cita no tan agradable del otro día ya sabían que tenía un conejo y se le acercaban para hablar de el, ya que eso a Yuya parecía agradarle mucho más que una conversación de otro tema.
Una chica se le acercó mientras estaba con sus amigos.

- ¿es verdad que tienes un conejito? – le preguntó mirando de reojo a los demás. El rubio le respondió afirmativamente – ¿y podría conocerlo? – al mayor no le pareció mala la idea pero tampoco agradable, no quería que volviese a pasar lo mismo.

- no lo sé…

- oh… pero ¿podrías aceptar esto como regalo? – extendió su mano dejando apreciar un lindo colgante en forma de conejo – es para el celular, quizás no sea de tu gusto pero…

- ¡es perfecto! – le dijo tomándolo para mirarlo de más cerca – se parece a Yuri, ya me caíste bien, después de clases si quieres me esperas y vamos juntos a casa para que lo conozcas – estaba tan fascinado con el colgante que no estaba pensando muy bien todo lo que decía. La chica con gusto aceptó y se fue.

Solo había tenido una clase por lo que llegó temprano encontrándose con tremendo desastre. El menor de los hermanos tenía el uniforme de la escuela con lodo, tenía varias marcas de patas en la camisa.

- ¡estúpido perro! – le gritó al perro que se encontraba sobre el sofá moviendo la cola, peor de sucio que el propio dueño.

- pero que… - Kota acababa de bajar encontrándose con la misma escena- ¡Yuto! – gritó molesto, el menor lo miró asustado.

- ¡perro hizo todo! ¡Yo acabo de llegar! – se defendió con aquella excusa mientras lo señalaba con el dedo.

- me da igual, limpia todo este desastre, ¡el animal es tuyo!

Los recién llegados solo observaron, Yuya tomó la mano de la chica para dirigirse a las escaleras.

- estaré en mi habitación- les anunció a los dos que lo miraron sorprendidos por estar con una chica aunque no era nada extraño, pero sí que la llevara a casa.

Al entrar Yuya dejó su bolso sobre el escritorio y comenzó a buscar al conejo dando con el debajo de la cama. Lo tomó en brazos y se sentó en la cama. La chica estaba nerviosa, le indicó que se sentara y esta lo hizo.

- primero que nada, no lo tomes porque no se deja, no seas muy confiada porque a veces tiene mal carácter – le advirtió con un tono de voz amable para prevenir cualquier cosa.

Dejó al conejo sobre la cama y solito comenzó a acercarse a la chica. Se moría por poder tocarlo, de a poco fue acercando la mano pero el rubio la detuvo asustándola.

- te puede morder- le dijo con voz seductora acercándose mas a ella, estaba nerviosa y sonrojada. El rubio se le acercaba cada vez más al rostro.

- Yuya podrías… - pero justo cuando pretendía besarla Yuto entró interrumpiéndolos – olvídalo – rodó los ojos mientras cerraba la puerta.

- creo que es tarde – dijo la chica poniéndose de pie.

- si - respondió el alto, sin decir nada bajaron para dejarla afuera y despedirse.

La chica parecía querer decirle algo mas, le gustaba el mayor pero no se atrevía a decírselo, quería hacer y decir tantas cosas pero no se atrevía a nada. Su silencio comenzaba a incomodar a Yuya, si quería decirle algo para qué estar con rodeos o dejar pasar el tiempo.

- ¿quieres venir mañana? – le preguntó pensando que eso era lo que la chica deseaba, pero no era como si estuviera invitándola.

Ella sonrió tomando aquello como una invitación y con una sonrisa y rubor en sus mejillas asintió. Prefirió ir a dejarla a la parada del autobús ya que se estaba haciendo tarde y por lo linda que la consideraba podría pasarle algo en el camino y el no quería que le pasara nada de esas cosas horribles que pasaban por su mente. Cuando la vio subir al autobús la vio despedirse de él con un movimiento de mano, solo se limitó a sonreírle y dando media vuelta volvió a su casa.

De camino se fue pensando en Yuri, desde que se lo habían regalado le había tomado mucha atención y no podía dejarlo de lado. Incluso después de clases prefería no pasar a ninguna otra parte para verlo y contarle lo que hacía en el día. Lo que más le encantaba era dejarlo sobre su torso mientras le hacía cariño.

Tan concentrado estaba en subir a su habitación que en cosa de segundos ya se encontraba en el piso. Había lana de colores por todas partes y no podía divisar al culpable hasta que se puso de pie.

Kei que por fin dejó su habitación bajó para ir por algo a la nevera, pero vio al gato pasar jugando con una bola de lana y con fastidio salió tras el.

Miró molesto a Kei, él era el responsable de su mascota pero para que decirle algo si le entraba por un oído y le salía por el otro. Subió hasta su habitación bajo la atenta mirada de Kei. Había veces que a Kei le daba miedo su hermano pero no más que Yabu.

Como odiaba tener que encargarse del gato, los odiaba y nunca le gustaron. Miró por donde comenzar a recoger la lana pero todo era un lío. Hilos de colores por todos lados, se preguntaba como un gato podía causar tal desastre pero, mira que pensando en el justo lo divisó detrás del sofá, más bien solo una cosa peluda moverse. Lo más seguro es que el mismo se haya enredado solo de dar tantas vueltas. Mientras se acercaba a el pensaba en algún castigo. Encerrarlo en el cesto de la basura, tirarlo a la tina con agua. Ponerle cinta adhesiva a un costado para que caminara de lado o quizás meterlo a la lavadora sería más divertido.

Siempre pensaba cosas crueles pero no las podía hacer porque de solo tocarlo comenzaba a sentir comezón por todo el cuerpo y lo peor era cuando le picaban los ojos y la nariz.

Gateando se le acercó y con maldad tomó su cola apretándola tan fuerte para que sufriera, transmitiéndole todo el odio que le tenía por ser un animal con pelos.

- ¡¡NYAA!!! ¡¿ESTAS LOCO?! – su rostro palideció. Había una cosa con forma humana, orejas, cola y completamente desnudo con una bola de lana en las manos e hilos de la misma por todo el cuerpo – ¡suelta mi colita asesino! – le gritó el mismo chico mostrando sus pequeños colmillos – ¡estúpido Kei que me sueltes! – se tiró sobre él pero Kei no reaccionó.

Un pánico le recorrió por todo el cuerpo al verlo gruñir sobre su pecho. ¿Qué era? Tenía cola y orejas del mismo color del pelaje de su gato. Tenía colmillos chiquitos pero aterradores y ese collar color rojo con un cascabel colgando en el.

Por otro lado cuando Yuya entró a su habitación esta estaba completamente oscura, se iba a acercar al velador para encender la lámpara pero una silueta lo asustó, pero al mismo tiempo se relajó pensando que uno de sus hermanos quería asustarlo.

- Yuto ¿qué haces en mi habitación? – pero no obtuvo respuesta, vio algo sobre su cabeza moverse – ¿Yuto? – se acercó, ahora sí un poco asustado pero con plan de sacarlo a patadas de su habitación.

- no vuelvas a traer a esa chica – escuchó una voz dulce para nada de familiar.

- ¿qué? – preguntó sin pensar lo que decía, el shock lo tenía aturdido.

- ¡QUE NO VUELVAS A TRAER A ESA CHICA!

- Yu…– iba a encender la luz de su costado pero la puerta fue abierta causándole un gran golpe en la cabeza.

- ¡¡Yuya!! ¡¡El gato!! ¡¡El gato!! – era Kei que estaba como histérico tratando de decirle con gestos lo que había visto – ¡¡El gato!!

Los gritos se escuchaban por toda la casa pero Yuto no les tomaba atención mientras terminaba de secar al perro. No negaba que se había divertido bañándolo pero ahora le tocaba bañarse a él. No lo dejó salir del baño para que no volviese a hacer desastres y se quitó la ropa para meterse a la tina.

- aaahh~ esto sí es vida – dijo para sí cerrando los ojos mientras se hundía en el agua para sumergirse completamente no escuchando más que el ladrido del perro. Con el seño fruncido por no dejarlo disfrutar de su momento de relajación salió del agua – ¡ya cállate!

- pero es que me quiero bañar contigo – le dijo un chico al lado de la tina sujetando sus manos en ella mientras lo miraba feliz.

Yuya trataba de calmar a su hermano y recordó en ese instante al chico que estaba cerca de la ventana. Encendió la luz y miró en la misma dirección solo encontrando a su conejo en la cama mirándolos mientras movía sus orejas.

Un fuerte grito los asustó a todos. Yuya hizo a un lado bruscamente a Kei y corrió hasta el baño pero estaba con el pestillo.

- ¡¿YUTO?! – pero lo único que escuchaban eran los gritos de este. Con fuerza se fue contra la puerta junto con Hikaru que llegó en el mismo momento que ellos y tumbaron la puerta – ¡Yuto! – el chico se encontraba en un rincón de la tina cubriendo su rostro y el perro en otro rincón aparentemente asustado – ¿Yuto estás bien? – se acercó a su hermano pero este no hablaba. Lo sacó de la tina y se lo llevó hasta su habitación con los otros tres mayores detrás de él.

Se quedaron con él hasta que se tranquilizó. Hikaru le preparó un té pero con lo malo que era para las cosas culinarias Yuto prefirió un vaso de agua y no enfermarse con el té. Estaban en un completo silencio hasta que escucharon la puerta abrirse de a poco dejando ver la cabeza del perro. Yuto abrió los ojos y le tiró una almohada.

- ¡vete! ¡Aléjate de aquí! – ninguno hizo nada ya que era normal esas reacciones de Yuto con el perro.

- ¡yah! Yuto tranquilízate y dinos que te pasó – habló Kota que al igual que todos estaban preocupados y Yuto aun no hablaba, les había causado un gran susto a los tres pero por la mente de dos mayores aun pasaban aquellas imágenes.

- esa cosa – dijo señalando al perro con el dedo – estaba hablándome – Kota comenzó a reír junto con Hikaru. No podían creer las estupideces que se le ocurrían a su hermano para llamar la atención. Pero se callaron al no ver reacción en los otros dos mayores.

- no me digan que ustedes le creen – les dijo Hikaru con intenciones de volver a reír.

- no miento!! Meestababañandoyderepenteperroeraunchicoconorejasymehabloyme asusteycomencéagritarentoncesnosupemashastaqueentrarony.. – hablaba de corrido sin tomar ni un poco de aire.

- ya Yuto tranquilízate – calmándolo Yuya le pasó el vaso con agua.

- ¡el gato! – gritó Kei asustando a los demás – ¡el gato también! – Yuya lo miró recordando que hace unos momento el también estaba gritando como histérico.

- ya, ¿a ustedes qué les pasa? ¿Es que no tienen mejor cosa que inventarse? El que nuestros padres no estén les está afectando a ambos - Kota estaba un tanto molesto por la loca situación – seguiré estudiando - se puso de pie y salió en dirección a su habitación.

Hikaru les quería creer pero tal historia era tan loca como la que Yuto inventó cuando apenas tenía diez años, diciendo que había un ratón con alas en el lavaplatos cosa que no había sido tan cierta. El ratón había saltado al piso para correr después de que el menor lo encontrase.

Pensando en aquella historia se fue hasta su habitación dejando solo a los otros tres.

- ¿ya limpiaste el desastre que dejó tu gato? – preguntó Yuya para romper el silencio, Kei negó con la cabeza y soltando un suspiro se puso de pie tomándolo del brazo – ahora descansa y olvida lo que pasó hoy, quizás haya sido una mala jugada de tu imaginación – y sin decir más salió de la habitación con Kei arrastras.

Lo dejó y entró a la suya encendiendo la luz y mirando al conejo que parecía dormir sobre la cama. Se le acercó y lo miró unos instantes antes de quitarse la ropa y ponerse el pijama. Tomó al conejito y se recostó dejándolo a su lado.

La noche pasó tranquila para tres integrantes de la familia pero para Kei no había sido más que una tortura escuchar los maullidos del gato desde el jardín. Yuto no pegó pestaña pensando en lo que le había ocurrido. La mañana llegó y todos se alistaban para ir a clases. Ninguno pronunció palabra durante el desayuno.

Se fueron los cinco dejando la casa completamente sola y todo cerrado. Hikaru había olvidado uno de sus libros por lo que volvió corriendo y subió hasta su habitación. Buscó entre la torre de libros sobre el piso pero unas manos se deslizaron por su cuello y una legua rozó su lóbulo izquierdo causándole un escalofrió. Su corazón se aceleró y las manos le sudaban. Tragó saliva y poco a poco se fue volteando encontrándose una mirada profunda en un chico al cual desconocía. Tenía la piel blanca y unas extrañas marcas por todo el cuerpo.

- tú… ¿quién eres? – preguntó con miedo. El chico cargó las manos en su pecho para dejarlo recostado en el piso. Podía ver algo moverse en el término de su espalda baja.

- KE, I, TO – pronunció acercándose peligrosamente a sus labios.

Su celular sonó y miró en la dirección en que su bolso se encontraba, ya no sentía peso sobre su cuerpo. Aquel chico había desaparecido dejando en su lugar el peluche que sus padres le habían obsequiado en su pasado cumpleaños. No lo pensó dos veces, tomó el libro que necesitaba, dejó su peluche sobre el escritorio y se fue a clases.

El día transcurrió como todos los demás salvo que cada uno pensaba en los sucesos de la noche pasada y esa mañana. Kota fue el primero en llegar a casa tirándose cansado sobre la cama y tomando al osito de felpa para dormir unos minutos. Estaba tan cómodo soñando cosas fantasiosas hasta que escuchó una risita y algo removerse entre sus brazos. Movió los dedos sintiendo algo sedoso entre ellos. Le gustó la sensación así que volvió hacerlo escuchando otra risita. Fue abriendo los ojos poco a poco encontrándose son una sonrisa y mirada infantil.

- Kota – lo escuchó pronunciar su nombre. La piel del chico era tibia y pálida pero en su cabeza habían unas extrañas orejas blancas tan sedosas como su cabello. Las acarició y el chico se sonrojo y escondió la cabeza entre su cuello y hombro - no hagas eso – le dijo con timidez.

Deslumbrado se fue alejando del chico poco a poco para mirarlo a la cara. El chico le sonrió y lo abrazo entre risas. Pensando en la loca historia de Yuto sonrió no creyéndose lo que estaba sucediendo. Comenzó a reír junto con el chico que aun no lo soltaba ni parecía querer hacerlo.

- ¿cuál es tu nombre? – le preguntó sin miedo alguno.

- no lo sé – le respondió con sinceridad y mirada curiosa – ¿cuál es mi nombre? – lo pensó detenidamente sin saber cómo podría llamarse aquel chico. Recordó algo cuando le dieron su regalo y extendió su brazo para llegar al cajón del velador quedando sobre el chico que lo miró sonrojado.

Sin dejar de mirarlo abrió el cajón y metió la mano revolviendo todo lo que había ahí dentro. Tomó el primer papel que encontró y lo miró, era el que quería. Se incorporó quedando sentado sobre la cama y abrió el sobre para leer el último párrafo de la carta.

- Ryutaro – pronunció mirando al chico que sonrió ampliamente y lo volvió abrazar.

- ¡Ryutaro! – hizo énfasis en su nombre mientras hundía su cabeza en el pecho del mayor y movía las orejas

Continuará…

Por la asd X’D que capitulo más largo… supongo que de regalo por irme de vacas dejando una mierda de introducción. Es de locos pero es que no aguantaba las ganas de escribir algo así X’D

Mas de alguna se preguntaron porque a Hikaru y Kota les dieron peluches. Y la respuesta es que si les hubieran dado un tigre y oso de verdad ya estarían muertos X’D

Les gustó verdad? :’D si no entonces tírenme en vez de fruta podrida tírenme chocolates X’D

¡¡Los quiero!!

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